Desde que San Rafael se abrió, a la misión fueron llegando distintos grupos fueguinos. Algunos eran recogidos por los Salesianos, otros ingresaban por propia voluntad, por recomendación gubernamental o por indicación de las sociedades ganaderas. Una vez que los fueguinos ingresaban a la misión se les cortaba el pelo, eran lavados, desparasitados y vestidos a la usanza occidental. Los Salesianos eran los encargados de atender a hombres y niños; y las Hijas de María Auxiliadora a mujeres y niñas. Se les enseñaba el catecismo, tenían prácticas de oración y acudían a misa y recibían los sacramentos. Los fueguinos sabían que el infierno era el lugar de mucho fuego, y que el cielo era el lugar donde no hacia frío y estaban los compañeros buenos.